Cabañón DLPM en Manabí, Ecuador
Arquitectos:
Ignacio de Teresa Fernández-Casas
Alejandro Jesús González Cruz
Juan Carlos Bamba Vicente
Fotógrafo: Juan Alberto Andrade
La vivienda está formada por una rampa quebrada entre dos árboles existentes, que da acceso a las superficies horizontales que soportan el programa convencional de la casa. Se crea así un único espacio continuo cuya ocupación es gestionada por la inclinación y forma del suelo.
El proyecto comienza con la elección por parte del cliente de dos árboles situados en un terreno cultivable en pendiente, entre los que construir una cabaña para pasar la noche. El protagonista de la casa no es la cabaña, sino el jardín inclinado, por lo que se preserva su pendiente, haciéndola habitable.
La propuesta de “rampa habitable”, tiene paradójicamente como objetivo potenciar su contrario: el plano horizontal. El proyecto no pretende renunciar a la horizontal, sino ponerla en valor, como primer logro de la arquitectura, al apropiarse de una superficie sobre la que poder disfrutar de una versión domesticada de la gravedad.
La rampa da acceso de esta forma a las superficies horizontales que soportan el programa convencional de una casa (sala, comedor, cocina, baño, cama, oficina), en un desplazamiento que permite llegar a una altura de 9 metros sin subir escaleras.
Se produce así un espacio continuo en el que la separación entre estancias no está delimitada por muros, sino por el propio suelo. Desaparece de esta manera la idea de habitación, dejando en manos del suelo la posible aparición de usos dentro de un espacio genérico que se comprime y dilata. La inclinación y forma del suelo sustituye a los paramentos verticales de compartimentación, y los habituales ritos de paso entre habitaciones, gestionados tradicionalmente por puertas, son sustituidos aquí por matices en la forma del suelo. Lo mismo ocurre con las ventanas, que quedan sugeridas en las direcciones hacia las que apunta la pendiente. El suelo es por ello soporte y al mismo tiempo elemento de cosido y de separación. La casa plantea así recuperar el plano inclinado como espacio habitable y lúdico, que incita al adulto a recuperar las formas antiguas de exploración de su niñez.
La casa está formada por ello por tres cubiertas superpuestas, cuyas pendientes del 10%, 8% y 16%, se adaptan al programa correspondiente, y se agujerean dando lugar a un único espacio continuo.