Conversamos con Joan Gener, Miquel Ruiz y Adrià Orriols; directores de h3o architects; para conocer su trayectoria y visión de la arquitectura a través de sus proyectos más recientes.
¿Quiénes componen el estudio?
Somos Joan Gener, Miquel Ruiz y Adrià Orriols. Aunque nos conocimos en la ETSAB, fue en Berlín en 2015 donde empezamos a coincidir más intensamente y a compartir inquietudes. Entre 2015 y 2017 desarrollamos nuestros primeros proyectos, y fue a partir de 2017 cuando empezamos a trabajar juntos de forma continuada. Lo hicimos sin clientes ni encargos, solo con mucha ilusión, una cierta ingenuidad y muchas ganas de hacer arquitectura. Desde entonces, los concursos han sido para nosotros un espacio fundamental, casi una forma de investigación: como no teníamos otra cosa que hacer, era lo que hacíamos. Con el tiempo, el estudio ha crecido y se ha ido consolidando un pequeño equipo que amplifica esa mirada inicial con nuevas voces.
¿Qué define al estudio h3o?
Entendemos la arquitectura como un soporte de conexiones. Una práctica que es útil sin dejar de ser poética. Que se compromete con los retos de nuestro tiempo —la emergencia climática, la crisis del habitar, la pérdida de vínculos entre humanos y no humanos, el deterioro del lazo con el entorno natural y animal—. Para nosotros, la arquitectura sucede en ese cruce entre teoría y fantasía, entre el rigor y el deseo. Nos interesa lo común, lo colectivo, lo que ocurre en los márgenes: en los patios, en las plazas, en los espacios compartidos.
¿Qué tipo de trabajo realizáis?
Trabajamos tanto en el ámbito público como en el privado. En lo público, a través de concursos de arquitectura que nos han permitido construir desde el espacio urbano hasta bibliotecas, centros de día o equipamientos culturales. En el ámbito privado, desarrollamos encargos diversos, sobre todo relacionados con la vivienda o con espacios comerciales, como bares o restaurantes, por ejemplo el Tiberibar. Siempre nos interesa lo que un proyecto activa más allá de su escala.
¿Cómo se desarrollan vuestros proyectos?
Nuestros proyectos siempre se desarrollan de forma colaborativa y coral. Todos los miembros del equipo participan activamente en las distintas fases. Adrià suele aportar un encaje formal y geométrico preciso, fruto también de su experiencia previa. Miquel se enfoca especialmente en el uso del color, en el pensamiento teórico, en la materialidad y en la experiencia sensorial del espacio. Joan suele proponer una primera aproximación desde la idea, desde el relato que activa el proyecto. Todo el proceso es transversal y se construye en diálogo constante entre las partes.
¿Qué destacaríais de los últimos proyectos?
En el ámbito de la arquitectura pública, destacaríamos la residencia geriátrica Tríade de Menorca, el proyecto de Kop Dakpark en Rotterdam, la reforma de los interiores del Castillo de Montjuïc y la transformación de un antiguo aparcamiento en un espacio de encuentro vecinal: la Barbacoa Comunal, recientemente premiada en los Premios AJAC.
En el ámbito privado, proyectos como la Casa Relámpago, una reforma doméstica que explora la expresividad de los materiales y la relación con la luz. También estamos trabajando en proyectos más experimentales dentro del festival Concéntrico, como “Todas a la Mesa”, y en el ciclo de conversaciones Fora de Sí, que impulsamos en el marco de las Semanas de la Arquitectura de Barcelona.
¿Qué proyectos tenéis sobre la mesa hoy?
Actualmente estamos desarrollando varias direcciones de obra como el Kop Dakpark en Rotterdam, la reforma del Castillo de Montjuïc, y algunas reformas de vivienda unifamiliar, como una casa en Sabadell y otra en Cabrera de Mar. Estos proyectos conviven con otras líneas de trabajo más conceptuales o colaborativas que también forman parte de nuestra práctica.
¿Qué proyecto os gustaría hacer?
Nos gustaría seguir profundizando en esa dimensión teórica que complementa la práctica y le da sentido y densidad. Nos interesa explorar formatos híbridos que articulen investigación, acción y espacio compartido. En los últimos años hemos sido finalistas del pabellón catalán en la Bienal de Venecia y en la Bienal de Jóvenes Arquitectos de Cataluña. A través de proyectos como Fora de Sí estamos potenciando esa línea crítica y experimental que conecta arquitectura, cuerpo y palabra en el espacio público.
¿Qué relación tienen vuestros proyectos con la nueva materialidad?
Nos interesa explorar cómo los nuevos materiales y sistemas constructivos contemporáneos pueden responder a los retos de la sostenibilidad. La aparición de nuevas exigencias ambientales nos obliga a repensar las formas de construir, tanto desde la materialidad como desde los procesos: la prefabricación, la madera técnica, los biocomposites... Todo ello plantea preguntas sobre la técnica, la logística, pero también sobre la forma, el uso y la experiencia del espacio.
¿Qué relación tienen vuestros proyectos con la salud y el bienestar de las personas?
Para nosotros, la arquitectura es un soporte. Un soporte para el cuidado, para el encuentro, para la relación entre personas. Pero también un soporte para reconectar con el entorno natural y animal. Los espacios que diseñamos buscan facilitar ese vínculo que muchas veces está perdido en nuestra vida cotidiana. Esto significa diseñar entornos que cuiden, que permitan cuidar y ser cuidados, espacios que generen bienestar no solo físico, sino también emocional y ecológico.
¿Cuáles son los mayores problemas a los que se enfrenta un estudio joven de arquitectura?
La precariedad estructural de la profesión es sin duda uno de los grandes retos. A menudo nos enfrentamos a la falta de recursos, una carga técnico-administrativa muy alta, plazos de entrega difíciles de cumplir y presupuestos muy ajustados. Frente a ello celebrar los pequeños logros y buscando formas de apoyo mutuo con otros estudios afines.
¿Cuáles son vuestros referentes hoy y ayer?
En el ámbito del pensamiento, Andrés Jaque, Beatriz Colomina o Philippe Rahm han sido importantes para nosotros.
¿Qué recomendaciones daríais a los que empiezan?
Que sueñen. Que empiecen con ilusión y se dejen llevar por su intuición, aunque al principio sea ingenua. Porque al final, eso es lo más importante: seguir y perseguir una intuición arquitectónica propia.